
Este proceso inevitable debe enseñarnos a aceptar el cambio y aprender las mejores formas de llevarlo a cabo voluntaria y favorablemente. Siga leyendo.
Sin importar de qué se trate, o de si nos gusta o nos disgusta, algo absolutamente cierto es que todo cambia en todo momento, por lo que, dicho en una frase: “lo que hoy es, mañana no lo será”. Desde que Heráclito acuñó la frase: "Lo único eterno es el cambio", no nos queda sino reflexionar sobre la idea y aceptarla.
Es un hecho cierto que objetos, situaciones y personas, se ven sometidas de manera permanente a las imponentes fuerzas de la transformación. Esto, como evento natural, no es necesariamente un problema, salvo cuando el cambio nos sorprende y desafía; cuando nos coloca frente a situaciones indeseables, inesperadas, incómodas o inmanejables.

Un axioma conocido y válido reza: "Todo cambio genera resistencia”. Y aunque parezca un conocido cliché, somos seres de hábitos y por esa misma razón resistimos el cambio. Nuestra tendencia es la de quedarnos anclados en formas y estilo habituales, especialmente si nos producen placer o satisfacción, o si nos genera un bajo costo. Así, desarrollamos mecanismos para evitar o escapar buena parte de las situaciones novedosas.
Frente a los cambios involuntarios, solo podemos actuar proactiva y sistémicamente, a fin de prevenir y evitar, en lo posible, las sorpresas. Además de eso, lo que nos resta es aceptar y confiar, pues cada situación es la consecuencia de millones de eventos causales, por lo que una manera de verlo es que nada es casual ni tonto, ni carece de propósito.

Estos cambios voluntarios, dependen de factores internos y externos. En lo interno, de la aptitud (preparación) y de la actitud (motivación) de la persona. En lo externo, depende de las circunstancias culturales y ambientales de espacio y tiempo a que la persona está sometida.
El cambio autogenerado nos lleva a revisar varios escenarios donde éste puede promoverse, producirse y sostenerse. Estos son: pensamientos, lenguaje, emociones, acciones, relaciones y ambientes. Allí es donde podemos operar o insertar lo nuevo. Y cualquier modificación en una de estas áreas, repercutirá en el resto de ellas. Veamos:

El lenguaje opera como descriptor y creador de realidad. Debe ser observado y controlado por quien desea cambiar, para evitar verbalizaciones inadecuadas, como las generalizaciones, distorsiones de la realidad, trivialidades, exageraciones y catastrofismos, entre otros actos expresivos, que tienden a generar conflictos en las relaciones y nos alejan de la satisfacción y del logro.
Al cambiar el pensamiento tiende a cambiar la emoción, de manera que nuevas percepciones e interpretaciones traerán estados internos más satisfactorios.

Finalmente, para que el cambio que busca pueda darse, reflexione sobre las variables de este esquema que he diseñado para ayudarle:
1) Quererse: el cambio debe ser deseado realmente por usted.
2) Planearse: Debe tener una idea de cómo abordará el cambio.
3) Visualizarse: Facilite el cambio haciéndolo primero real en su mente.
4) Iniciarse: actúa, no se quede en palabras.
5) Sostenerse: No abandone ante el primer obstáculo.

Orientador de la Conducta
Comunicador Social
Conferencista
Escritor
www.laexcelencia.com
contacto@laexcelencia.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario